28 diciembre 2006

Cómo optimizar la absorción de nutrientes (2ª parte)

No comer en las cuatro horas anteriores a acostarse
Cuando duermas, dale también un descanso a tu sistema digestivo, y no lo sobrecargues de comida poco antes de acostarte. El sistema digestivo ha estado trabajando todo el día, procesando y moviendo los alimentos por nuestro sistema orgánico. Si lo dejamos descansar completamente algunas horas mientras dormimos, esa energía se puede destinar a los sistemas de mantenimiento y reparación del organismo.

Masticar poco los alimentos, comer demasiado deprisa
¡No habríamos nacido con dientes si no desempeñaran alguna importante función! Algunas personas se meten la comida en la boca, mastican un par de veces y tragan... pero tal y como has leído en la página anterior, cuando masticamos en profundidad, liberamos saliva, que lubrica los alimentos y contiene enzimas que comienzan el proceso de digestión de los carbohidratos. También activa nuestro sentido del gusto y, lo que es más interesante, aporta una enzima denominada lisoenzima, que actúa como desinfectante, para ayudar a proteger nuestra boca de las infecciones. ¿Sabías que llegamos a producir hasta 1,7 litros de saliva al día? Por eso, masticar correctamente produce un volumen mayor, aumenta los sabores y ayuda a colmar el apetito, por lo que te sentirás lleno habiendo comido menos cantidad. Si comes muy rápido, reduces el potencial para digerir la comida de forma adecuada, así que... ¡echa el freno!

Falta de líquidos
Sin fluidos, nuestro sistema digestivo llegaría casi a oxidarse y pararse. Afortunadamente, todos los alimentos contienen agua en mayor o menor grado. El agua es esencial para los jugos digestivos y la digestión de los alimentos, que comienza con los 1,7 litros de saliva que se producen al día hasta la excreción de residuos de los intestinos y la eliminación a través de los riñones. Las personas que insisten en la “dieta seca” someten a su organismo a un exceso de trabajo innecesario (y por lo general, padecen estreñimiento crónico). Mantén tu cuerpo correctamente hidratado bebiendo de seis a ocho grandes vasos de agua todos los días.

Falta de fibra
Junto con el agua, la fibra es esencial para una buena digestión. La fibra acelera el tránsito de los residuos a través del sistema orgánico, absorbiendo las toxinas y expulsándolas del cuerpo. La fibra retiene agua, por lo que hace que las heces sean más voluminosas y más fáciles de expulsar. La fibra también proporciona alimento a las “bacterias amigas” del colon, que a cambio fabrican diversas vitaminas esenciales. La fibra soluble (procedente de la avena, el centeno, la fruta, las verduras, el salvado y las legumbres) también ayuda a ralentizar la absorción de la glucosa, lo que evita las subidas y bajadas de azúcar.

¿Cuánta fibra debo tomar?
Necesitamos entre 25 y 35 gramos de fibra al día. Los alimentos nos la proporcionan en cantidades muy variadas. Por ejemplo, una taza de los siguientes alimentos nos proporciona 10 gramos de fibra: avena, guisantes, albaricoques secos, cacahuetes, ciruelas, pipas de girasol. Media taza de salvado de trigo nos aporta 10 gramos, al igual que 107 gramos de almendras, de tres a cuatro manzanas, tres naranjas o una gran coliflor. Aumenta tu ingesta de frutas y verduras crudas, cereales, nueces, legumbres y arroz y reduce la ingesta de alimentos refinados para darle a tu sistema digestivo las herramientas que necesita para realizar eficazmente el proceso de eliminación.

Falta de bacterias “buenas” en el intestino
¡Hay unos dos kilos de bacterias y hongos como la levadura que viven en nuestro tracto digestivo! La mayoría son benéficos, algunos son residentes permanentes y otros sólo están “de paso”. Las bacterias buenas ayudan a descomponer los alimentos en elementos químicos que necesita el organismo para mantenerse sano. Una dieta con un contenido demasiado elevado de azúcares y carbohidratos puede alterar el equilibrio natural, lo que contribuye a la proliferación de bacterias perjudiciales. El mismo efecto puede tener el uso de antibióticos, que aniquilan de forma indiscriminada las bacterias buenas y malas.

Las señales indicadoras de desajustes orgánicos son, entre otras, la hinchazón, retortijones, estreñimiento, diarrea, flatulencia, dolores de cabeza, retención de líquidos y aumento de peso. Para recuperar el equilibrio, aumenta el consumo de agua y fibras tal y como hemos mencionado más arriba y añade un suplemento probiótico a tu dieta diaria para ayudarte a recuperar las bacterias buenas.