Las grasas ¿amigas o enemigas?
La grasa ha tenido muy mala prensa y, para muchas personas, la simple mención de la palabra puede evocar misterio. ¡Puedes probar a perderlo, probar a esconderlo, probar a evitarlo, pero tu cuerpo todavía lo necesita! ¿Sabías que la grasa ayuda a aislar nuestras células nerviosas, nos mantiene calientes, equilibra nuestras hormonas, mantiene la piel y las arterias flexibles, lubrifica las juntas y es un componente de cada célula? La clave está en reconocer qué tipo de grasa necesita tu cuerpo, qué cantidad necesita y qué tipo es tu enemiga. Armado con la información correcta, puedes enfocar en incorporar más cantidad de grasas buenas y menos cantidad de grasas malas a tu dieta diaria.
LAS MALAS: Las grasas saturadas (duras a temperatura ambiente) no son esenciales para la salud. Proceden de los animales (carne, huevos, queso.) Las grasas saturadas son más difíciles de digerir y están llenas de colesterol.
LAS BUENAS: Las grasas insaturadas (líquidas) están divididas en dos grupos: monoinsaturadas, como el Aceite de Oliva, y poliinsaturadas, como el Aceite de Girasol. Las grasas poliinsaturadas se dividen en ácidos grasos Omega 3 y ácidos grasos Omega 6. Las grasas monoinsaturadas (Omega 9) aunque no son esenciales, con moderación, no son dañinas: un aceite de oliva (virgen extra de primera prensada) de buena calidad es una alternativa saludable al aceite vegetal usual.
Buena fuente de Omega 6: Aceite de Girasol, Aceite de Nueces, Aceite de Calabaza, Aceite de Sésamo.
Buena fuente de Omega 3: Caballa, Arenque, Salmón, Sardinas, Boquerones, Atún, Aceite de Semilla de Lino.